Ayer acudí a mi cita con mi psicoterapeuta, un tío peculiar que dirían en mi pueblo , sí señor,… alguien a quien no estás acostumbrado a encontrarte por sorpresa, o por accidente, más bien parece ser cosa del destino pues de vez en cuando la vida te da sorpresas, y algunas son gratas y todo.

Pues bien, llegué y me senté, y con sólo mirarnos ya sabíamos que yo tenía uno de esos días en los que me lo cuestiono todo, en que pienso que no sirve de mucho nada de lo que hagas sin que vuelvas a preguntarte como al principio: ¿Y a qué me lleva todo esto? ¿Qué hago trabajando aquí? ¿Por qué sigo peleándome con Carlos, mi pareja? ¿Por qué mi madre sigue haciendo lo que hace, y me siento igual que siempre de mal? ¿qué sentido tiene la muerte de mi padre? ¿Qué función me toca hoy para comprender que misión tengo yo en la vida? Etc…

Felipe, pues así se llama, me sonríe con la mirada, y aunque parezca que está de guasa, me está riñendo muy en serio,  y parece que piense… ¿ya estamos otra vez?

Él jamás me ha juzgado por mi sentimiento de insatisfacción constante, aunque parezco un niño en el fondo y lo sé, porque algo he aprendido a su lado, siempre toma nota de cómo me siento y me dice lo que necesito oir, aunque sea para hablarme de su vecino del 5º que creía que Pelusa, su gatita, era una reencarnación de su abuela que había venido a recordarle lo mal que se portó con ella en vida, por eso cree que se hace pis en su cama y maúlla tanto cuando llega a casa tarde después de una noche de desenfreno con el abuelo Pedro, pues aunque viven separados, es el único que le da placer, desde que se separaron por no darse placer precisamente.

La moraleja de sus historias siempre parecen simplistas y un tanto obvias,  si las miras con lupa, y en realidad son tan absurdas como lo complicado que lo vemos todo en uno u otro momento de nuestra vida.

Le respeto y me respeta. Cuando me mira, parece que me mire el alma, y yo me siento viejo a pesar de tener 32 años, y a veces me siento un crío que no sabe a quién mirar pues su cabeza le dice una cosa y su corazón y sobretodo lo de ahí abajo me dice otra.

Juntos hemos superado muchas crisis de identidad, crisis sentimentales, crisis laborales,…. Siempre sabe qué decir, para que me vaya a casa y esté toda la semana atando cabos sobre lo que es y debería de ser, sobre lo que hago mal o hago bien, y no sé ni por qué, pero cuando vuelvo, no puedo más que agradecerle su simpatía o antipatía, pues depende del día, reconozco ser un poco difícil de tratar… y quién no?

Con él me siento como una persona normal, se podría decir que es como mi mejor amigo, aquél al que le cuento todo y el que incluso me deja ver en ocasiones las cosas, con las gafas de su experiencia, lo cual es un regalo para mí y valoro mucho esos días especiales… son como un regalo que me hace darme cuenta que yo también soy importante y capaz de enseñar algo a alguien tan inteligente como él, porque listillo es un rato, eso hay que tenerlo muy en cuenta.

A veces me abraza antes de marchar sobre todo cuánto más niño me siento , y como un padre protector se anticipa y me deja algún que otro mensaje subliminal , de esos que durante la semana al final sé mejor que nunca por dónde van…. Y me ayudan a reaccionar.

Colaboramos juntos en este propósito que es entenderme mejor a mí y a mi entorno, pero sé que mañana si me necesitara tendría un amigo en mi que le quiere y siempre estará ahí para él, como él me ha enseñado a querer, a pesar de la distancia y de nuestros debates incansables que por siempre quedarán en el recuerdo, ahí estaré, y espero poder demostrarle que yo también sé, que yo también he crecido como persona y que entre adultos también nos podemos entender. Un tío peculiar sí señor, ahora empezará a tocarle las narices a mis demonios cómo no? Parece que no le hayan enseñado otra cosa.